Título
original: Only Pretend
Autor: Nora
Flite
Formato:
Kindle Edition
Pages: 182
Nro de
Capítulos: 15 capítulos
Si odiaras tu vida, queriendo demostrarle al mundo
que podías cambiarla, ¿Cómo lo harías?
Tenía un plan. También no tenía familia, ni amigos
y definitivamente no un ex novio idiota quien pensaba que yo era aburrida.
Estaba cansada de ser yo.
En las vegas, podía ser cualquier persona.
Entonces lo vi a él.
Su sonrisa hambrienta quería probar a la nueva yo.
Sólo una persona aburrida hubiera dicho que no.
Fue tonto seguir a un extraño a su cama. Peligroso
tomar esa bebida que me dio. Pensé que lo peor que obtendría sería una resaca,
un paseo de la vergüenza a través del hotel.
Excepto que no me desperté en el hotel.
O en las Vegas.
Dudo que mi cara termine en las noticias. “Mujer
desaparecida” diría en el titular. “Una estúpida que pensó que podía ser otra
persona”.
No soy alguien más. Sólo estaba jugando a fingir.
Una lástima que él estaba jugando para siempre.
Seré directa con esta reseña y es que la autora fue
algo increíble al hacer esta trama tan… clichesuda. ¿Por qué? Quizás porque
resultó algo predecible.
su novio le termina/le corta por ser aburrida razón por la cual ella decide
hacerse un cambio de apariencia para demostrarle lo contrario. Y no contenta
con eso, hacer algo alocado en Las Vegas. Sí. Las Vegas. Allí ella conocerá a
un apuesto hombre quien, ¡sorpresa! Termina secuestrándola. Pero es que Leonide
es tan sexi aún más con ese acento ruso que lleva que, a pesar de que luego le
explica que será vendida a un completo extraño y que debe adiestrarla según los
requisitos que su comprador especificó, terminarán enamorándose el uno del
otro.
Vamos. Sabrán que soy mega fan de las historias con
Síndrome de Estocolmo, pero… digamos que la historia me agradó.
Leonide es mitad ruso. Sin embargo, por parte de su
padre, sigue una tradición que es recoger a chicas “desamparadas” (según él),
venderlas a hombres para así darles una mejor vida. No, me corrijo: casarlas. Porque
para él, venderlas al mejor postor es casarlas. Y técnicamente lo es. Se menciona/conoce
a una chica a la que le fue bastante bien con ese método casamentero.
Pero al ruso a quien le quería “casar” a Celeste no
resultó un buen prospecto. El hombre apostaba por lo sádico, lo humillante y
degradante hacia la mujer (peor, resulta que -citando las palabras del mismo
Leonide- Vitaly -el futuro esposo- y él son iguales. Anda, que no esperaba esa).
La verdad que en varias ocasiones, mientras que Leonide “enseñaba” a Celeste
cómo comportarse para su nuevo ‘esposo’ desee golpearlo por muy encantador que
fingiera ser. Ni hablar de cómo a pesar de todo Celeste terminó encantada con
él.
Cinturón de castidad. ¡El carajo ni siquiera la dejaba masturbarse! Quedé
estática al leer que le colocaba uno de esos a la pobre chica.
He de admitir que en ciertos momentos me reí un
montón, tuvo sus momentos hilarantes, sin embargo compite en su mayoría con los
momentos degradantes. Y bueno, mi lado oscuro también se alegró cuando, durante
una cena que organizó Leonide para exhibir a Celeste, el hibrido ruso se moría
de celos al ver cómo uno de los presentes se ponía lascivo con la chica. Hipócrita.
Sin embargo, hay que tratar de comprenderlo: el
hombre creía que hacía bien solo porque su padre, de esa forma, conoció a su
madre. Solo que, y es algo que aplaudí a la autora, Celeste tuvo un poco más de
sentido común como para no tragarse la situación y dejarse sobrellevar en su
totalidad por el síndrome de Estocolmo. Quería opciones. Quería libertad. Quería
aire. Y quería respeto…
…un poco.
En fin. Fue una historia fácil de leer, que no
requirió de más que de paciencia. Pero que deja demostrado una vez más que
incluso las autoras femeninas pueden crear una historia donde ellas mismas humillan
y degradan a las de su propio género.
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